Una investigación durante seis meses llevada a cabo por la organización Index on Censorship refleja que la mayoría de una muestra de bibliotecarios británicos aseguró que se les había pedido que retiraran libros de contenido LGTBI de sus estanterías. En más de la mitad de estos casos, los libros fueron efectivamente retirados.
Aunque esta organización pretende presentar estos datos como la evidencia de un movimiento de censura, lo cierto es que las solicitudes de retirar estos libros provienen sobre todo de los padres, que en los últimos años se han movilizado para limitar el acceso de sus hijos a material divulgativo de la ideología de género.
Estos padres están escarmentados por los daños irreparables producidos a miles de niños británicos a quienes, bajo la influencia de esta ideología, se les administraron bloqueadores de pubertad. Ante la posible avalancha de demandas judiciales de más de 1.500 niños, el gobierno británico dio marcha atrás vetando el uso de los bloqueadores de pubertad, al igual que ya han hecho otros países supuestamente pioneros en la ideología de género como Finlandia, Suecia o Noruega.
Ahora los padres quieren abordar el problema de raíz, evitando que los niños sean adoctrinados mediante los libros que encuentran sus bibliotecas escolares. Estos padres tienen claro que las cuestiones sexuales, especialmente en edades tempranas, son un tema en el que los padres deben tener el protagonismo y la facultad de decidir cómo orientar a sus hijos.
Hasta ahora, las impugnaciones de libros únicamente se habían producido contra textos supuestamente homófobos, donde ha habido iniciativas para retirar incluso títulos de literatura clásica.
Al parecer en Gran Bretaña, al contrario de lo que sucede con el gobierno español, piensan que en materia educativa, los hijos pertenece principalmente a sus padres.
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