Cuando los cigarrillos electrónicos salieron al mercado, se anunciaron como un mal menor que podía ayudar a la gente a alejarse de los cigarrillos tradicionales y de los riesgos para la salud asociados al tabaquismo.
Sin embargo, se sabe que estos dispositivos están lejos de ser inocuos para la salud pues contienen nicotina, altamente adictiva, y otras sustancias cuyos efectos a largo plazo se desconocen. Lo que sí se conoce es que casi la mitad de los usuarios diarios experimentan efectos secundarios como tos, dificultad para respirar y palpitaciones.
Con estos indicios y una abrumadora popularidad entre los adolescentes, un creciente número de países, entre ellos el Reino Unido, se plantea prohibirlos. Los cigarrillos electrónicos desechables se venden por un precio de entre 8 y 12 euros en estancos, páginas web o supermercados y contienen hasta 20mg/ml de nicotina. La exposición a la sustancia comienza a crear adicción desde una edad temprana y se le considera responsable de una posterior adicción al tabaco tradicional. Se estima que el 14% de los adolescentes británicos de entre 14 y 17 años usa estos dispositivos al menos una vez a la semana.
Desde el año pasado, en los gobiernos de Escocia y Gales se oyen cada vez más voces que reclaman la prohibición e instan al gobierno británico a tomar medidas.
Y Finalmente, esas medidas han llegado. Según el gobierno británico, la aplicación de la nueva normativa prohibirá los cigarrillos electrónicos desechables y restringirá el uso de los no desechables. Se limita su variedad de sabores, tendrán envases sencillos y se modificará su presentación en las tiendas para minimizar su atractivo para los niños. Además, quedará prohibida su venta a los menores de 15 años.
Otros países como Irlanda están recabando la opinión de los ciudadanos ante una posible prohibición. Alemania también tiene intención de tomar medidas y Nueva Zelanda, conocida por sus estrictas directrices antitabaco, cuenta con una prohibición efectiva desde agosto. Australia anunció medidas similares entre acusaciones de su gobierno a la industria tabaquera de intentar "enganchar a la nicotina" a la próxima generación de adolescentes.
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