Nadie podría acusar de timidez a la nueva primera ministra. El 8 de septiembre dio a conocer un ambicioso plan para regar con fondos del gobierno las altísimas facturas energéticas de los británicos. Sin embargo, sí se le podría acusar de abandonar los principios de libre mercado que defendió tan vigorosamente al hacer campaña para ser primera ministra. Su medida limita durante dos años las facturas domésticas anuales a aproximadamente £2500 (unos 2900€); las empresas obtendrán un apoyo equivalente, pero más complicado, durante seis meses. La Sra. Truss promete que su plan "frenará la inflación e impulsará el crecimiento".
Truss afirma que circunstancias extremas exigen medidas extremas. Sin ayuda, los británicos más pobres se habrían enfrentado este invierno a la terrible elección de “calentar o comer”. Y la economía también se enfrentaría a serios obstáculos. Distintas estimaciones sitúan la inflación del próximo enero en el 14,5%.
A corto plazo, algunos expertos estiman que la medida energética puede reducir esta previsión en aproximadamente tres puntos; el gobierno sitúa esta reducción hasta en un 5%.
El esquema de Truss protege a los más necesitados. Además de los subsidios para el consumo de gas y electricidad, un nuevo fondo del gobierno ayudará a quienes usan combustible para calefacción (que no disfrutan de un tope); escuelas, hospitales y otras instituciones públicas recibirán ayuda con sus facturas.
Pero la universalidad del plan también significa que subsidia a los más ricos, lo que, según la izquierda, debería ser corregido con medidas fiscales. Sin embargo, gobierno parece que seguirá el principio eficazmente demostrado de que, si se trata de dinamizar la economía, el dinero está mejor en el bolsillo de los ciudadanos que en el del gobierno.
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