Desde su nombramiento en octubre, tras el descalabro meteórico de Liss Truss, el primer ministro británico, Rishi Sunak parece haberse ganado la confianza de gran parte de los británicos. No en vano, su popularidad está ya al nivel de la del líder laborista Keir Starmer.
¿Qué ha hecho Sunak para merecer este ascenso? Quizá el secreto está en lo que no ha hecho.
Según un estudio de 2022, el 61% de los británicos declaró que sería mejor para el país si las decisiones las tomaran expertos en vez de los políticos. Este porcentaje es 20 puntos superior al de hace 25 años. Esto puede indicar que los británicos están cada vez más hartos de los políticos y quieran que se resuelvan sus auténticos problemas de una vez.
Rishi Sunak parece haber tomado nota de esto. El primer ministro no se comporta como un político habitual. No entra en las polémicas e incansables disputas del parlamento, y se ha ganado la fama entre funcionarios y colaboradores de ser un gestor incansable que dedica largas horas a analizar datos y buscar soluciones.
Evita las polémicas poco productivas que podrían servir para desgastar a su propio gobierno o, lo que es peor, para dividir de nuevo a su grupo parlamentario.
Pero también se le acusa de llevar esta línea de no conflictividad demasiado lejos. Por el momento, su gobierno no ha abordado cuestiones clave para el futuro de Gran Bretaña como la reforma de las pensiones o del sistema sanitario.
Veremos si este mix de tecnocracia y evitación aguanta hasta las elecciones de 2025, y sobre todo, si sirve para recuperar a los conservadores en las encuestas de aquí a entonces.
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