Inglaterra ha lanzado un nuevo plan llamado “Pharmacy First” (“La Farmacia Primero”), que otorga a las farmacias la facultad de recetar tratamientos para siete dolencias comunes, incluida la otitis, las infecciones del tracto urinario femenino y el herpes zóster.
Se prevé incluir pronto también la vacuna contra el sarampión, lo que resultaría enormemente efectivo para actuar con rapidez ante brotes repentinos.
El Servicio Nacional de Salud calcula que este programa, que ya funciona con éxito desde hace años en Escocia, podría evitar en Inglaterra hasta 42 millones de citas con el médico de familia cada año lo que supone un 12% de todas las citas, para las que los pacientes a menudo esperaran semanas.
El plan supone la extensión de una práctica ya común en todo el Reino Unido donde, a diferencia de España, las enfermeras pueden prescribir un número significativo aunque bien seleccionado de medicamentos sin necesidad de que el paciente tenga que esperar a tener una consulta con el doctor.
Como ya han experimentado los Escoceses, esos millones de consultas de atención primaria que el sistema de salud ahorrará se traducirán en más agilidad, mayor eficacia, menor gasto, y en definitiva, en un aumento en la calidad de la atención sanitaria en Inglaterra.
Pero para que Pharmacy First funcione bien, muchas piezas tienen que encajar. Las farmacias necesitarán tiempo para adaptarse y hacer frente a la demanda adicional de atención al público. Algunas están contratando más técnicos y utilizando robots para dispensar recetas electrónicas. También necesitarán formación adicional para algunas pruebas diagnósticas como las de la otitis. Todo ello requerirá invertir parte del ahorro conseguido en ayudar a las farmacias a adaptarse.
Quizá podríamos tomar nota en España donde el gobierno sólo piensa en gastar más, en lugar usar eficientemente lo que se gasta.
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