Semana horribis para Liz Truss. En poco más de un mes en el cargo ya ha logrado lo que ningún primer ministro en tan poco tiempo. Ha desplomado la libra, ha destituido a su ministro de finanzas y se ha puesto en contra a gran parte de sus propios parlamentarios.
Boris Johnson bien podría haber dicho: “otros vendrán que me harán bueno”.
La cuestión es que el paquete de medidas presentado por el ya exministro de finanzas, Kwasi Kwarteng, tenía varios ángulos que suelen preocupar a los mercados. El principal: que la rebaja de impuestos protagonista del plan se financiaba casi exclusivamente con deuda. Sin embargo, a los mercados les gusta ver que las rebajas de impuestos van acompañadas de recortes en el gasto público que no estaban previstos.
Truss ha hecho algo que es impensable en la política española: ha pedido disculpas y ha rectificado. La principal puesta en escena es el nombramiento de un nuevo ministro de finanzas, Jeremy Hunt, con un nuevo enfoque que matiza sustancialmente la bajada de impuestos.
Hunt, con un perfil más comunicativo, ha hecho una ronda de entrevistas por diferentes medios, anunciando a los británicos que se avecinan tiempos difíciles en los que algunos impuestos subirán y ciertos servicios públicos sufrirán recortes.
El nuevo ministro sabe que se enfrenta a una carrera contrarreloj con una misión casi imposible: salvar el mandato de la primera ministra, a la que la mayoría de diputados conservadores dan por muerta políticamente.
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