Lo que comenzó como un programa piloto en el que algunas empresas permitían que sus empleados trabajaran una semana laboral más corta de tan solo cuatro días, se ha consolidado en una parte significativa. Ahora, más de la mitad de las empresas que introdujeron la medida, han hecho este cambio permanente.
La primera prueba se realizó en 61 organizaciones en el Reino Unido durante seis meses en 2022, en donde los empleados trabajaron un 80% de sus horas habituales, con el mismo salario, a cambio de comprometerse a entregar el 100% del trabajo que venían realizando antes.
Las empresas que participaron en la prueba informaron de un éxito significativo y duradero por lo que, pasado un año, el 89% de esas empresas aún mantenían esta política y al menos 51% habían hecho permanente el cambio.
Al parecer, el rendimiento general de los empleados se mantuvo, y en algunos casos, incluso mejoró. La salud física y mental y el equilibrio entre la vida personal y laboral mejoraron significativamente mientras que los niveles de agotamiento y la satisfacción con la vida en general se mantuvieron estables. La satisfacción laboral y los problemas de sueño disminuyeron discretamente.
A pesar de estos resultados, otros expertos son escépticos a la hora de plantear la extensión de esta medida a todos los sectores de la economía, y sobre cuál sería el impacto sobre la competitividad y la productividad de las empresas y del país en su conjunto. Hay que tener en cuenta que la regla de realizar el mismo trabajo en menos tiempo puede no ser ideal para determinados trabajos físicos o que impliquen riesgo.
La prudencia parece ser la tónica general en el gobierno ante esta cuestión.
Al contrario que en España, donde miembros del gobierno y sindicatos ya se han apresurado a exigir la jornada de 4 días con carácter general y sin estudios concluyentes sobre su impacto.
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