Se habla mucho del supuesto caos en el partido conservador pero, dónde están los laboristas en todo este embrollo?
El partido laborista vive un momento agridulce: dulce porque nunca ha ido tan bien en las encuestas. Le saca nada menos que un 25% a su contrincante. El momento es también agrio porque, en tanto no haya elecciones, esa ventaja no sirve de nada.
Por eso el líder laborista Keir Starmer está aprovechando ese aparente desorden en las filas conservadoras para pedir elecciones anticipadas. De momento no ha colado. Gran Bretaña es una democracia en la que los parlamentarios tienen el poder del pueblo para quitar y poner primeros ministros, y eso es precisamente lo que han hecho miembros conservadores del parlamento.
Descartadas las elecciones anticipadas, por el momento, la estrategia laborista se orienta a atacar al primer ministro fundamentalmente en dos flancos.
El primero, personal, acusan a Rishi Sunak de ser rico. Eso en España es pecado pero en Gran Bretaña no, y más si procedes de una familia de clase media y has trabajado de camarero.
El segundo flanco es la política económica que el día 17 de noviembre desvelará el ministro de economía. Aquí los laboristas no lo tienen mucho mejor porque su programa económico podría no diferir demasiado del que está a punto de anunciarse. Y es que Rishi Sunak ya demostró como secretario del tesoro durante el Covid, que si la situación lo requiere, aplicará políticas expansivas de gasto pero no renunciará al equilibrio presupuestario.
Si Sunak presenta un programa para los próximos dos años con esa estabilidad y equilibrio, los laboristas se habrán quedado sin argumentos.
Por su parte, el partido conservador sabe que Sunak es su última bala. Si se vuelve a producir otra revuelta, lo siguiente serán unas elecciones anticipadas y ahí sí, la victoria será laborista.
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