En su discurso sobre el presupuesto ante el parlamento, el Ministro de Hacienda, Jeremy Hunt, afirmó que Gran Bretaña evitará la recesión técnica en 2023, gracias a la mejora de la economía mundial y a la política económica del gobierno. Hunt se basó en las previsiones de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria, el organismo de control fiscal. Según estas previsiones, la economía británica se contraerá un 0,2 % en 2023 en lugar del 1,4 % pronosticado en noviembre.
Comparado con el desastroso “minipresupuesto” entregado por su predecesor, Kwasi Kwarteng, en septiembre de 2022, éste parece un presupuesto sobrio y sensato.
En esta línea, el mensaje para los inversores inquietos fue claro: no habría más sorpresas desagradables de un canciller británico. De hecho, la mayoría de las medidas habían sido testadas de antemano a través de filtraciones a la prensa.
Entre las medidas de este presupuesto, destaca la prolongación del subsidio a la factura energética de las familias; un nuevo apoyo fiscal para el cuidado de niños pequeños; e incentivos fiscales a las inversiones en bienes de equipo de grandes empresas. También abolió el tope de la cantidad vitalicia libre de impuestos que los trabajadores pueden ahorrar para sus pensiones, lo que incentivará la prolongación voluntaria de la vida laboral. Finalmente anunció congelar de nuevo los impuestos sobre el combustible para automóviles. En total, la factura de estas medidas asciende a 20.000 millones de libras al año durante los próximos tres años.
La Oficina de Control Presupuestario considera que Hunt cumplirá con su objetivo fiscal de reducción de la deuda a pesar de los recortes de impuestos y el aumento del gasto público. Y prevé un crecimiento del 0,2% del PIB entre 2027 y 2028.
Con todo, el presupuesto no aborda de forma contundente la necesaria reforma de los servicios públicos, especialmente de la sanidad.
Sin embargo, Hunt ha superado con creces unas bajas expectativas. Ahora sólo necesita cumplirlas.
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