Desde la distancia, podríamos pensar que el gobierno británico se encuentra en el mismo punto que hace un mes: con un nuevo primer ministro recién elegido que tiene un enorme reto por delante.
Pero si nos acercamos, podemos observar al menos tres notables diferencias entre los primeros días de Rishi Sunak y los de Liz Truss.
En primer lugar, Sunak cuenta con un mayor respaldo de los parlamentarios conservadores. Recordemos que, entre ellos, Sunak derrotó a Truss este pasado verano, pero fueron las bases del partido las que finalmente dieron la victoria a Truss. Un mayor respaldo entre sus parlamentarios es un mejor punto departida. No olvidemos que las destituciones de primeros ministros en Gran Bretaña empiezan siempre igual, con una rebelión en el parlamento.
En segundo lugar, Sunak ha conformado un gabinete que intenta representar la heterogeneidad de los parlamentarios conservadores. Éstos se dividen en dos grupos. Uno más populista, que triunfó sobre todo en el cinturón rojo de Inglaterra aupado por Johnson y uno más tradicional, fiel creyente en la ortodoxia presupuestaria. Este gabinete cuente con talento y representatividad, y tiene un mensaje de Sunak para el partido conservador: si pierdo yo, perdemos todos.
La tercera diferencia fundamental entre los primeros días de Sunak y los de Truss es que el nuevo primer ministro se va a tomar su tiempo antes de anunciar las tan esperadas medidas económicas, a pesar de la gravedad de la situación. Sunak parece consciente de que la economía se perjudica tanto por una mala decisión como por una decisión precipitada y, por el momento, parece que los mercados han respaldado esta prudencia manteniendo la libra.
El 17 de noviembre está prevista la llamada “declaración de otoño” con un elenco de medidas que todos esperan sean el principio del fin de esta pesadilla económica y energética. El partido conservador se juega su permanencia en el poder, pero Gran Bretaña se juega aún más.
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